sábado, 2 de febrero de 2013

JUAN ANTONIO ZURIARRAÍN: POR QUÉ SOY MONÁRQUICO

Publicado en El Mundo Financiero.com
2 de febrero de 2013

Creo que en los últimos tiempos se está cuestionando con frivolidad por algunos la forma de Estado que nos dimos los españoles en la Constitución de 1978. 

Hay que ser muy serios en la materia, no podemos estar cada "x" años cuestionando la forma de Estado, pues todo ello lo que crea es inestabilidad e incertidumbre, dos vectores que tiran en sentido contrario al crecimiento y a la prosperidad. 

Si España ha gozado de un desarrollo extraordinario durante lustros ha sido por el esfuerzo de todos y por la estabilidad política. Los países del mundo occidental no se cuestionan su forma de Estado y el resto de países solo cambia por circunstancias revolucionarias; y es que en todo el mundo se sabe de la bondad de la estabilidad. En los países europeos con monarquías parlamentarias en ningún momento se cuestionan su continuidad pues todos conocen la valía de la estabilidad. 

Pero dicho esto, voy a destacar las principales características por las que soy defensor de la monarquía: 

Primero porque al tratarse de una monarquía constitucional y parlamentaria, donde el Rey se establece como representante del Estado en la Constitución, aprobada democráticamente por la mayoría del pueblo, y en el caso de España por una mayoría casi total, es una monarquía democrática, siendo la figura del Rey tan democrática como la de cualquier presidente de república electo; en nuestro caso por una mayoría imposible de alcanzar por ningún posible presidente partidista. La nuestra es una monarquía constitucional, no absolutista; como en todos los casos de las monarquías europeas, o sea democrática.

En segundo lugar, la continuidad en el tiempo establece importantes relaciones personales y políticas de Estado a Estado; relaciones que culminan en importantes relaciones internacionales que se materializan en acuerdos comerciales y que -en nuestro caso- proporcionan crecimiento y prosperidad a los ciudadanos del pueblo español. Se pueden dar muchos ejemplos entre la infinidad de ellos que ha proporcionado las relaciones de nuestro Rey en el mapa internacional.

En tercer lugar, el coste de las monarquías es más barato que las repúblicas, ya que siendo iguales los gastos de los Jefes de Estado, ya se trate de un Rey o de un Presidente, en cambio existe un ahorro sustancial en gastos para campañas electorales y menores los gastos del propio Estado en la organización de otras elecciones (las presidenciales, a las que habría que añadir las elecciones municipales, a cabildos, a Diputaciones, a Autonomías o legislativas, además de los gastos posteriores al cese del Presidente (vigilancia, sueldo, etc.). Valga por ejemplo los innumerables que hubo en la primera república y los numerosos de la segunda.

Pero quizás lo más importante es que un Presidente elegido y que se presenta con el apoyo de los partidos políticos, podría llegar a ser el representante del partido ganador y nunca de la totalidad de los españoles. No hay que olvidar que España es todavía muy frentista, y los perdedores pensarían que el Presidente no lo es de todos. Por eso un Rey que no vota nunca y es el representante máximo del Estado, gane quien gane las elecciones generales; es el representante más inmaculado para ser el Jefe del Estado.

Para finalizar, quiero dejar mi opinión a quienes piden o desean la abdicación del Rey en el heredero: nuestro Monarca ha sido siempre lúcido y ha dirigido con acierto el Estado; debemos darle todo el margen necesario de confianza para que elija el mismo el momento. Seguramente ahora el entorno de crisis no sería el mejor para que el Príncipe tomase las riendas del País. 

Vecino de Galapagar, Juan Antonio Zuriarraín es economista, diplomado en Comunidades Europeas por la Escuela Diplomática y analista político

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